CONFESIONES DE UNA DAMA ELEGANTE

CHISTES FINOS
     Luego de mi grado, decidí cambiar de horizonte y venirme a esta ciudad en busca de un mejor futuro. 
     Seguramente que extrañaría muchas cosas de mi ciudad, como la comida y el calor de mi familia, pero valió la pena; muy pronto me estabilicé laboralmente, me enamoré y case con un caballero maravilloso.
    Unos meses mas tarde, el día de mis cumpleaños, los colegas de la oficina, me festejaron invitándome a almorzar a una fonda típica de mi región. Fue maravilloso; allí había todo lo que me gustaba y que hacía tiempo no comía,  porque sabía que me podría causar algún malestar estomacal. Pero ya estaba allí, y no pude resistir la tentación, así que pedí una bandeja con todos los ingredientes: fríjoles, arroz con huevo frito, chicharrón de cerdo, longaniza, carne molida, maduro frito, aguacate... y todo esto acompañado con una cerveza. Pero fui más allá, repetí el plato y tomé varias cervezas más.
    Pasé toda la tarde con mis amigos, y sobre las 7 de la noche decidí ir a casa, donde mi marido debería estar esperándome con una alguna pequeña celebración. Como ya empezaba a sentir el tan temido malestar, decidí irme  caminado para liberar los GASES tranquilamente.
    Cuando llegué, efectivamente mi esposo estaba esperándome, me dio un beso y me dijo:
    —Mi amor te tengo una pequeña sorpresa para la cena de esta noche.
    Me vendó los ojos con un pañuelo y tomándome de un brazo me guió hasta llegar al comedor, me colocó en la silla y cuando quiso quitarme la venda, sonó el teléfono en la sala, él salió a contestar, pero me pidió que no quitara la venda de mis ojos hasta que el volviera.
    Todo lo que había comido, me estaba afectando y sentía el estómago lleno de gases, así que mientras mi marido contestaba la llamada, aproveche la oportunidad para liberarme un poco, cruce la pierna izquierda y dejé caer uno. No fue ruidoso pero si hediondo. Tomé la servilleta y abanique el aire enérgicamente.
    Ahora cruce la pierna derecha para dejar caer otro, pero se me escaparon tres ya más sonoros. ¡¡El olor de estos fue insoportable!!
    Manteniendo mis oídos atentos a la conversación de mi marido en la otra habitación, continué, con más confianza,  soltando unos cuantos muy sonoros, siguiendo algún ritmo,  durante otros pocos minutos.
    El placer era indescriptible. Cuando más tarde, la despedida telefónica señaló el final de mi libertad, rápidamente abaniqué el aire unas cuantas veces más con mi servilleta, la coloqué sobre mi regazo y puse mis  manos por detrás de la nuca, sintiéndome muy aliviada y complacida conmigo misma.
    Mi cara debe haber sido la imagen de la inocencia cuando mi marido volvió, pidiendo perdón por tomar tanto tiempo. Él me preguntó si yo había tratado de ver por debajo de la venda, y le aseguré que no.
    Entonces, él decidió quitarme la venda de los ojos... con horror vi 12 invitados  sentados alrededor de la mesa, entre ellos mis suegros, y todos cantaron en coro: 
¡Happy birthday...!     ¡¡ Y ...me desmayé!!!!



Aporte de AFRODITA 
                                 
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