La embajadora de Alemania, colocándose una mano en la barbilla dice:
—Que cuerpos tan perfectos; ella es esbelta, bien conformada, el es atlético, los músculos perfilados, el color de su piel, sus ojos... definitivamente son Alemanes.
El Embajador de Francia respondió de inmediato:
—No lo creo, fíjense en el erotismo de ambas figuras... ella, hermosa, femenina... él muy masculino. Saben que son hembra y macho, y que pronto cederán a la tentación de la manzana...Tienen que ser franceses.
El flemático Embajador de Inglaterra mueve la cabeza de manera negativa e interviene en el diálogo:
—Si ustedes observan atentamente la elegancia de los personajes, la serenidad de sus rostros, la pose tan delicada de los dos, la sobriedad... Se darán cuenta que son Ingleses.
Por último un embajador de un país suramericano se pasa la mano por el cabello, y con serio gesto exclama:
—Todos ustedes están equivocados; fíjense en los detalles elementales: no tienen ropa, no tienen zapatos, no tienen casa, solo tienen una manzana para comer, no dicen nada, no protestan y sin embargo creen que están en el Paraíso...
No puede haber dudas, SON SURAMERICANOS
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