Además de la ridícula vestimenta, llevaba piercings en las cejas, en la boca, en la lengua... pero lo que más llamó la atención del anciano fue el cabello: era largo, peinado hacia arriba en forma de cresta y teñido por mechones de varios tonos de colores (rojos, amarillos, verdes, azules...).
El viejito boquiabierto, se queda mirándolo insistentemente hasta que el joven no resiste más y le reclama:
—Que estás mirando viejo decrépito y cacreco, ¿te crees muy perfecto? ¿nunca hiciste nada loco en tu tu vida? ¡viejo estúpido!
—Si —contesta el anciano—, una vez me emborrache hasta volverme loco... me oriné y me cagué en los pantalones y después me fui a la casa y violé a mi papagayo...
—Si —contesta el anciano—, una vez me emborrache hasta volverme loco... me oriné y me cagué en los pantalones y después me fui a la casa y violé a mi papagayo...
—¿Y...? —dice desafiante el chico.
—Y te estaba mirando mientras me preguntaba: ¿será este mi castigo por la violación aquella? ¿¿¿SERÁ POSIBLE QUE ESTE ADEFESIO SEA MI HIJO???
Extraordinaria creatividad para dar respuesta a la falta de respeto de los jóvenes hacia los mayores
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